2010

Como sea, no me esperes en abril.

Vomitemos

Hubo alguien al que el tiro le salió por la culata y se sintió puma, con garras y piel y caninos más potentes que una ingle. Aquel hombre que celebraba carnavales en su frente, funerales en sus dedos, incendios en el último sabor de sus ojos, ese hombre que se siente un puma y no deja en paz a la Sánchez. No sé qué quiso con su vida, a que la lluvia ronque y nunca escampe es una larga espera como una culebra con un elefante encima ¿Qué quiso hacer de los humanos? ¿Cómo quemar los panes con el pecho? ¿Quién entiende tu fealdad o tu surrealista actitud? Yo no, yo no puedo trastabillar con la espuma. No puedo, ya en lo mío, volver a tocar y a esconder el timbre sin una mueca en el futuro. Me cago de miedo. Me hago polvo por dentro.



Mis huesos hacen poesía al mediodía, y a la luna llena ya están sucios de panfletos y de caries y de sarro glauco, tan llenos de cangrejos y de utopías de merengue. De merengue mi intelecto, malvas mis canciones, sin café, con las colillas de los cigarros bailando en mis orejas. Toco la puerta, y cae la casa. Toco la casa, y vuela la gallina turuleca, tutumeca, sin chancletas la doña, con años y con un hueso en las fauces el presente. Tan absurda la realidad, tan lejana del loco que enfermó a dios con su nacimiento. Toco la puerta, toco tu nariz y cae el mundo y se estrella contra mi valor, y mi valor son mis manos anémicas. Es el miedo la razón del que no toca los timbres, del que no lanza los recados por debajo la puerta, del que no se asoma por lo resquicios, del que olvidó la llave en el apellido de su musa perezosa ¿Después como levantar la casa? ¿Después cómo encender los labios con la consciencia abarrotada de una casa derruida y una conversación estancada? Soy absurdo, y miedo es mi poesía. Estoy horneado. Estoy saboreando la hiel que deja una llamada anónima sin feedback epistemológico. Tengo una casa sobre un alfiler, el alfiler sobre un mondadientes, el mondadientes incrustado en mi cerebro como una buba. Tengo miedo de ser yo cuando abran la puerta. Me da miedo toser, estornudar, declarar un Hola que no suplante a lo que hay detrás de mí. Ábreme, no tocaré el timbre, no leeré más a Vallejo Mendoza, si es que abres, y no quiero tocar el timbre, la casa caerá, no lloverá, no habrá quien doble el cuello hacia aquí si abres, no tocaré el timbre. Quiero conversar de nenúfares con Pulgarcitas o de empanadas sin relleno y no hacer más absurdos sólo para satisfacer mi sueño. Ábreme y si quieres traigo a Mario, y a los personajes de Disney y al mismo monstruo que garabatea en las pistas con los pasos de otros. Ábreme con cuidado que caerá la puerta, y nadie volverá a Santiago, ni a las dos de la mañana. Tengo miedo. Tengo la imperiosa necesidad y necedad de repetirte, no tocaré el timbre, no tocaré tu nariz, no tocaré el filo de tus dedos que electrifican mi día, no tocaré más, sólo hablemos de triángulos, de la Maga, de cualquiera, menos del timbre, menos de las clavículas heridas, o de las narices húmedas contra los cuellos inflamados.



Hoy tus ojos son los brujos, y el cholo recolecta letras y lame la fiebre de las páginas. Hoy me arde la garganta tal cual el cenicero donde apagamos recuerdos. Hoy no tocaré el timbre, y olvidaré la llave en el culo de la noche, ya no en tu apellido, serpenteado, azulino. Hoy haré todo lo posible por sobrevivir a la medianoche, por bancar otro tedioso monólogo de mi sombra, otra mentada de vida de Gaia, otras sanguijuelas en mis mejillas, otra pelea con los fantasmas, otro apretón de manos de aquel que frunce el ceño y se enferma del síndrome de Tourette. No tengo a mis ancianos para golpear con su enfermedad, no tengo a mis amigos para lanzar monedas, no tengo exquisiteces para el cadáver, ni capota para la pesadilla. Hoy me iré sin tocar el timbre, tocando con la lengua la puerta, cien por ciento seguro que la mierda es otra cuando cae con listón. Y César Abraham, disculpe mi intromisión pero ¿Qué carajo pensó?

Con un hueso en el pene quizá todo iría mejor (¿No es obvio que erecto piensa diferente?)... Bien Hank.

Un día más

El frío se desliza por mis venas como una corriente de culpa que repta sobre unas cuantas letras. Es invierno, y no hay recuerdo de un silencio extravagante como el de esta noche, de esta cresta aguda. Dicen que por mi ciudad sólo advienen dos estaciones, yo pienso que es sólo una, y que no tiene nada que ver con el clima.

Con la capucha casi sesgando mi mirada tengo la sensación de los troncos huecos, de las bocas llenas de nada al verse atrapadas en un beso. Me duele el ojo izquierdo. A mí alrededor la oscuridad chasquea el tiempo, los papeles enseñan el culito a la imaginación, todos callan como si velaran un pan duro o como si esperaran la transfiguración de las partículas de polvo en gnomos grises. Está triste el silencio. Le alcanzo un pañuelo, me devuelve la espalda.

Hoy desperté con el azul constipado, más cerca del suelo que del techo. Había un rumor alimentándose de basura, un insecto rompiéndose la cabeza contra el aire, muchos objetos desvaídos y sin aliento. Me detuve en un trozo de papel higiénico, lo estrujé y lo lancé al retrete. Luego conspiré en perjuicio de todos, y me quemé la lengua con una lisura. Entre las muchas polillas encontré el sol, es un día más, otra oportunidad de recoger las tripas para fin de mes.

Más tarde, que es lo mismo, más viejo, raspo una melodía, y en lugar de nada me lleno de humo. Pienso que nadie es alguien con un cuarto de sombra, un cuarto de personalidad, y un resto de probabilidades, y casi defino a alguien pero me faltaron costumbres y poesía. Canta una luz, y taciturno escribo y dejo los dedos junto al martes. Ahora me duelen las palabras, en especial los monosílabos. Me duelen las arrugas que van surgiendo en los culitos de los papeles. El lápiz se rehúsa a dibujar un par de círculos con otro par inscritos dentro. Me salen ángulos. Me salen malas palabras, cuando sé que es de mediocres calificar el lenguaje. Timbra el móvil, timbra mi nariz y el silencio adopta el carácter de la garúa. Tengo miedo, tengo sueño, tengo gripe, tengo el resto del día envuelto en papel periódico.

Y también la palabra "bonito"

Sólo me detuve a decir: Odio los diminutivos (1)

Estuve escribiendo una diatriba contra los famosos "-itos", pero me faltaron razones para explicar el por qué de mi fobia. No obstante, creo que no son necesarias las interpretaciones en ningún campo de la ¿vida? incluido este asunto, siempre y cuando haya literatura -y las maneras necesarias para sacarle la vuelta a los problemas.

Sólo basta reconocer que odio los diminutivos al punto de arruinarme el día (el cual ya trastabilla tercamente)

(1) En el mundo de la oralidad

Hoy en tu cumpleaños

Esto fue escrito para una amiga

Las costumbres de esta ciudad marchan con hollín en los oídos y smog en las palabras, arden en gris y se empapan de viernes como un lamento con rostro. Tanto así que las personas practican estos hábitos como quien es sometido a la moda, tan estúpida la gente.

Lima contamina y oxida el espíritu que nació luchador y tierno como la criaturita que asoma la magia de dentro del huevo. Lima obliga a la criaturita a esconderse en el mar, en el fuego o en las cuatro paredes de su habitación -tal cual tú a veces-, cuando descubre que su asombro se transforma en miedo, y su miedo en tristeza. Y como eres medio loca, no te diré dónde queda la calle melancolía.

“Lima la fea”, cantó un poeta con mi nombre y sin mi apellido. “Los limeños no sueñan con llegar al cielo”, escribió otro. Lima es la postal del por qué tus ojos tristes y tus desvelos. Lima es tan culpable que desees un cambio después de apagar las velas o un abrazo de un desconocido como yo a través de un mensajito… Culpables ¿yo? ¿tú? ¿él? ¿ellos? La red de confusión "tristezas" es inmensa, por tal, es mejor obviarla y afinar la mejor cara ¿no lo crees tú? Algo así como el jakuna matata del rey León. Y en base esto, pienso que podrías ser una buena reina con esos ojitos –y para ello tendríamos que enmendar punto por punto tu actitud-, y que Lima no sea tu reino, más bien un mal recuerdo. Y apuesto a que conoces que tus ojitos forman parte de tu todo, lo más importante sí que sí.

Quizá te preguntes por qué utilizó Lima para llegar a ti, es fácil entender la figura. Lima es el lugar, y el lugar ha demostrado no ser el propicio para sonreír como cuando éramos pequeños –sonreías ¿no?-. El espacio es un factor trascendental para definir a dónde vamos y con quién lo hacemos ¿Tus apuesta hacia dónde ven?

Sabes, podría hacer una campaña de silencio en tu contra (como ya lo he hecho), podría pensar que estás un tanto fuera de onda, que tus berriches no son justificables, que tus palabras no contengan toda la verdad, podría pensar que eres linda en todo sentido y que eres mala cuando quieres serlo, podría soñar contigo y despertar enredado, podría confiscarte mis saludos y decirte “hasta aquí, no más”, podría llegar a tu casa cualquier día y decirte que entiendo por qué a veces está escrito tristeza en tu rostro, y podría renegar ante la incertidumbre de por qué esperas que yo sea siempre tal. Puedo pensar tan poco, pero no dudes que no lo hago en ti.

...

Hoy fue uno de esos días que se congelan en mi retina, me pregunto cómo fue el tuyo. Son 8 mensajes con el título Silvia que soporta mi celular ¿Espero más? Sí. Espero tanto, y ya entiendo, y me alegra de que estés por allí.

“Voy a salir a caminar solito, sentarme en un parque a fumar un porrito”

Tiene un gusto diferente el caminar con el peso de un cigarrillo entre los dedos. Supongo que el significado y el fin es el mismo, pero entre humo y humo me preocupa menos el cansarme o el ser arrollado por una torrente de nostalgia dominguera. Si alguna vez dije a cualquiera “no fumes”, disculpen esas palabras, desconocía lo que me estaba perdiendo (Conforme coja maña me sentiré en la facultad de describir esa sensación)

¿Qué más decir? Que el tiempo es el mismo, se encapote el cielo o no. Las luces asfixian lo necesario, la garúa arrasa con los buenos recuerdos y los sentimientos siguen algo encorvados. Es otro día en mi ciudad.

Sólo eso

El día que empezaste a fumar solo en tu cuarto. Regresaste al ángulo oscuro.